cp18 Amargarse la Vida En este folleto, explicamos por qué el cristiano no debe amargarse la vida con problemas o personas problemáticas.
Tabla de Contenido
¿Por qué amargarse la vida?
¿Tienes las uvas agrias? Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. Salmo 73:21
Muchas personas se amargan la vida por su actitud de quejarse y enojarse con otras personas y con el mundo en general. Ser amargo es ser desagradable, sin sentir placer hacia nada. Tener amargura y resentimiento echa a perder tu vida, y solo te causa problemas con otros y con Dios.
El problema de ser amargo
Hechos 8:23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.
Hebreos 12:15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
La Biblia habla del pecado de amargarse la vida como un asunto muy grave, se llega a estar en “prisión de maldad” (Hechos 8:23), contamina la vida. “Amargura” [G4088 pikria] significa veneno o sustancia ácida, que si se ingiere, destruye. Ser amargo es tener enojo, ira, resentimiento contra alguien, aunque tal vez sin decirlo abiertamente.
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Es querer que otra persona sufra o no tiene un bien, porque uno no está satisfecho. Sucede cuando alguien te ha ofendido, y tu amargura no permite perdonarle, sino retener y recordar la ofensa. Es notable lo negativo y crítico hacia la otra persona. No hace nada bien desde tu punto de vista. Te sientes dañado por lo que otro te ha hecho o dicho, o por no haber hecho lo que piensas que era su deber. Es de siempre encontrar mal en la otra persona. Es sentir malas emociones cuando te encuentras a la otra persona o cuando se menciona en una plática. A veces tenemos amargura en contra de Dios, porque algo no resulta como queremos.
¿Por qué amargarse la vida?
Ser amargo nos hace necios, porque da motivo y desenfreno para decir cosas indebidas en contra de otra persona, y hacemos cosas en su contra. Amargarse es envenenarse uno deseando que la otra persona muera o sufre mal o no tiene bien. El resentimiento y amargura nos hacen cada día más miserables.
Núm 5:14, 30 habla del espíritu de los celos que controla tu vida negativamente. Hay personas que dejan que el resentimiento y la amargura existan en sus vidas, llegando a reinar en sus actitudes, palabras y acciones. La amargura solo quiere dominar tu vida, no acepta otro lugar en tu vida. Tienes que erradicarla o te dominará y te echará a perder la vida, especialmente tu vida fructífera con Dios.
Somos siervos e hijos de Dios
Gén 9:6 El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.
Nosotros no somos los dueños de nuestras vidas, somos hijos de Dios, que estamos al servicio de Dios para que NOS USE COMO ÉL QUIERA. Es difícil de aceptar, pero muchas veces Dios nos usa como blancos para la agresión y pecados de otros. Estamos en los planes de Dios para ver que maldad harán en contra nuestra (y finalmente contra Dios). Si somos humildes y mansos, los malvados nos atacarán y abusarán. Esto, no lo debemos tomar personalmente, sino entender que Dios está dándoles oportunidad y tiempo para manifestar su carácter moral, pero ellos escogen el pecado.
¿Por qué amargarse la vida?
No se manifestaría su carácter si no hubieran los inocentes “blancos”. En la eternidad, Dios va a premiar y justificar a todo humilde y manso que fue abusado así, pero debemos ser parte de esto resistiendo el abuso y maltrato. Una respuesta de agresión solo acumularía más juicio para ellos, pero nos causará reprensión y juicio de Dios.
Parte de nuestra protección es el mandamiento divino de perdonar como queremos que Dios nos perdone. El carácter de Dios es perdonador. Los que no buscan esto en sus propias vidas no son salvos. Mateo 6:12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial. 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Las ofensas y el maltrato nos sirven para demostrar el carácter de Dios en nuestras vidas, otorgando el perdón a otros.
David y su enemigo
Sal 51:4 Contra ti… solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.
Este pasaje es interesante porque David vio que sus pecados fueron en contra de Dios. David mató al esposo de Betsabé y arruinó la vida de Betsabé, traicionó a la nación por matar a un general en tiempo de guerra, pero aun así, su pecado se resumía solo contra Dios. Tenemos que entender que ningún ser humano tiene el derecho de reclamar a otro por algo hecho en su contra. Todo pecado es hecho en contra de Dios, nuestro Dueño y Juez. Cuando alguien peca contra nosotros, la amargura no deja que llegue al juicio de Dios. Queremos la justicia que pensamos deba ser impuesta, o que la otra persona sufra algo por lo que nos ha hecho. Queremos tomar el juicio en nuestras manos y castigarle como pensamos que debe ser. Le juzgamos y condenamos enfrente de otros para expresar en forma de juicio, un deseo, “Esta persona debe ser castigada por lo que me hizo”.
La Amargura contra la Paz de Dios
Juan 14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
La amargura se opone a la paz, la tranquilidad que Dios nos promete como hijos obedientes. Pablo dice que ocuparse de la carne es muerte, “pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Rom 8.6). ¿tuvo Jesús paz o no? Su vida fue blanco de otros que le hicieron mal hasta matarlo. Pero eso nunca lo amargó, sino que les perdonó, aun a los soldados que le mataron.
La Solución de Dios
Efe 4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Sal 37:8 Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo.
Dios manda “quitarnos toda amargura” y “dejad… la ira, enojo, malicia” (Col 3:8). No tenemos nada que ver con el enojo (Pro 17:14; 29:22), no molestarnos con otros que nos hacen mal. Jesús nos enseña que alterarse con otros, es causa de que seamos juzgados por Él.
Mateo 5:22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio.
Lo que otros te hacen será juzgado por Dios, deja el asunto hasta que Dios quiera tratarlo. Somos creación y siervos de Dios, y no tenemos derecho a meternos en pleitos y altercados con otros.
Cuidado con tu relación con otros
Gál 5:15 Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
En la iglesia es especialmente importante que no estemos atacando o agrediendo verbalmente o de hecho a otros. Especialmente con nuestros hermanos debemos demostrar el amor de Cristo, y dejar toda ofensa pasar sin cobrar venganza.
Mat 18:15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
Ef 4:26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
Jesús dijo “confrontar con calma al hermano que te ofende”, resolviéndolo pronto, no involucrando a más gente de la necesaria. Si de veras es una ofensa en contra de ti, háblale sobre ello. Pero no pecas.
Santiago 3:14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.
Ten paz contigo mismo y con otros
La verdad de Dios lucha en contra de (1) quien causa ofensas, y (2) quien se siente ofendido sin base. La verdad de Dios es el carácter que nos perdona. Si nosotros no queremos perdonar a otros, no hemos comprendido la salvación.
Mateo 6:12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Para ser salvo, uno tiene que entender que Dios nos perdonó cuando no había razón de hacerlo, excepto porque en el corazón de Dios, Él nos amó. En su carácter moral nos perdonó, porque así es Él. Consecuentemente, Él perdona por ser quien es. Si uno no entiende este punto del carácter moral de Dios, y si no lo guarda en su propio corazón, entonces, no es un hijo de Dios.
2 Timoteo 2:23 Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. 24 Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; Santiago 1:20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Conclusión.
El cristiano es uno que no busca conflictos ni contenciones, sino busca la paz y tranquilidad. Enojarse y molestarse no obran nada bien para Dios.
AUDIO ¿Por qué amargarse la vida? http://www.davidcoxsermones.com/sermones/consejos/cp18-por-que-amargarse-la-vida/
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