sect01 ¿Existe un Dios en los cielos? Boanerge es una examinación del argumento de los ateos que Dios no existe.
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 53:1).
Ateos
Un ateo es sencillamente una persona que niega la existencia de Dios1. En realidad, es fácil decirlo. Afirmar que uno no cree que exista Dios es una postura cómoda; lo difícil es creerlo en serio, y más difícil es aún asumir las consecuencias. Bertrand Russell, filósofo y matemático inglés, fue quizá uno de los ateos más famosos que ha existido, y durante su vida afirmó que él no creía en la existencia de Dios con gran celo; inclusive escribió un libro sobre el tema, Why I am not a Christian (1957). Sin embargo, al igual que todos los hombres antes que él, Bertrand Russell murió y finalmente se enfrentó a aquel contra el cual había hablado, negando su existencia. Con certeza, en ese momento, Russell se dio cuenta del error en el cual había estado toda su vida, pero, lamentablemente, ya era demasiado tarde. Nunca creyó en Dios, pero en realidad eso no importa, ya que independientemente de que creamos en Él o no, lo cierto es que Él existe, y algún día todos, creyentes y ateos, hemos de comparecer ante Él.
Agnósticos
Podría decirse que los agnósticos son una clase de ateos más intelectuales. Lo que los agnósticos niegan es la posibilidad de que el ser humano pueda conocer cualquier noción de lo absoluto, y por lo tanto, de la existencia de Dios. Para ellos la idea de que pueda haber un ser superior que lo haya creado todo, es simplemente absurda. En realidad, pensar en lo absoluto, lo eterno y lo verdadero, para un agnóstico es algo irracional. Por ello sencillamente se dedican a pensar en términos materiales, sin permitir que ninguna noción que parezca metafísica o irracional irrumpa en su sistema de creencias. Es triste, pero aquellas personas que se declaran agnósticas, en realidad lo que están tratando de decir es que son más sabias que el resto de los seres humanos. Creer en Dios es, según su propia opinión, algo tan supersticioso como creer en el alma o en la eternidad. Dado que según ellos no se puede demostrar la existencia de Dios, por lo tanto no existe, pero… ¿es cierto que no se puede demostrar? Más adelante revisaremos las evidencias.
Otras Posturas
La mayor parte de las personas que no creen en la existencia de Dios, no son tan extremas como los ateos o tan racionalistas como los agnósticos. Simplemente no creen en Dios y eso es todo. Para la gran mayoría Dios es un ser que resulta muy improbable, sobre todo desde su particular perspectiva. Para ellos un ser que ha existido desde siempre, que es todopoderoso y que creó todas las cosas, es en realidad algo muy difícil de comprender; y si no lo comprenden, entonces no existe. Muchas de las personas que afirman no creer en Dios jamás se han puesto a pensar en el origen de todas las cosas. Para ellos el universo y todas las cosas que hay en él, han estado ahí (existido) desde siempre. Sin saberlo, le atribuyen a las cosas materiales una característica que les resulta difícil asignarle a Dios, la de haber existido desde siempre. RVG
Algo que resulta interesante es que esas personas jamás han reflexionado un poco en esas cuestiones que a fin de cuentas son esenciales. El hecho de que uno esté aquí en este momento y de que exista el universo y todas las cosas que hay en él, no es un hecho fortuito, sino que es algo muy significativo. Todas las cosas tienen un origen, y cualquier persona que tenga aunque sea un poco de curiosidad debería preguntarse sobre estos temas.
Lo que sucede es que muchas de las personas que afirman no creer en la existencia de Dios, lo que en realidad están implicando es que no les interesa saber acerca de Dios en relación con sus vidas. Para ellas si existe un Dios o no, no es algo muy importante, siempre y cuando se les deje vivir sus propias vidas.
Esta no es una actitud muy sensata, ya que sin saberlo están arriesgándose a pasar la eternidad separados de aquel Dios al que en su soberbia ignoraron, un Dios que existe y al que algún día todos habremos de rendir cuentas.
¿Quién creó todas las cosas?
La Biblia es muy clara al respecto: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Algo que la ciencia moderna no ha podido explicar es precisamente el origen del universo. A pesar de todas las nuevas teorías que han desarrollado en las últimas fechas, lo cierto es que la ciencia llega a un punto del cual no puede pasar, ya que la materia y la energía que constituyen el universo no pueden haber existido desde siempre, es decir, tuvieron que venir de algún lado. La Biblia dice que Dios las creó y, aunque les pese a los científicos, esa es la única explicación que en realidad resulta aceptable para explicar el origen de todas las cosas:
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).
En varios pasajes se nos indica que fue Dios el que creó los cielos y la Tierra: “[…] Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra” (Génesis 14:19,22). Él hizo todas las cosas y por su voluntad es que continúan existiendo, por lo tanto merece toda la honra y respeto por parte de su creación: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11).
El propósito de Dios con la creación
Una pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿Para qué creó Dios la Tierra?, ¿Para qué nos creó a nosotros?
La respuesta es muy sencilla. Dios creó la Tierra para que fuera habitada por el hombre:
“Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro” (Isaías 45:18).
El propósito de Dios para crear al hombre fue para que lo glorificaran y lo alabaran, sin embargo, debido a su rebeldía, no todos los seres humanos cumplen dicho propósito, por lo que solo algunos lo hacen:
“Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isaías 43:7).
Hubo un tiempo en que únicamente el pueblo judío tenía ese privilegio de servir a Dios, sin embargo, desde la venida de nuestro Señor Jesucristo, esa oportunidad de servir a Dios se ha hecho extensiva a todo aquel que crea en el Hijo de Dios: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23,24).
El problema del hombre: La rebeldía
En este punto debemos detenernos a considerar cuál es el problema con reconocer que existe un Dios en los cielos. En un momento dado, si este Dios fuera ajeno a la vida del hombre, es decir, si no se preocupara de lo que nos sucediera, entonces no habría ningún problema, todo sería algo tan sencillo como “vive y deja vivir”. Sin embargo, debido a que Dios se ocupa de lo que sucede con nosotros y se interesa por la manera en que vivimos, es que a muchos no les gusta pensar en Él, ya que no quieren someterse a la voluntad de Dios, sobre todo por su rebeldía: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien. Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Salmo 53:1-3). La Palabra de Dios es muy ilustrativa en este punto: Nadie busca a Dios. Cada quien quiere vivir su vida a su manera sin que nadie, ni siquiera Dios mismo, les pida cuentas por su actuar.
Lamentablemente, las cosas no son así. Dios va a pedirle a cada hombre que existe, que haya existido o que existirá, que de cuentas de lo que hicieron mientras estuvieron vivos, y sobre todo, que respondan por la respuesta que le dieron a su Hijo, Cristo Jesús: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó [Jesucristo], dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30,31).
¡Convénzase de la Existencia de Dios!
Mire por un momento a su alrededor, los árboles, los niños, el sol y las estrellas. Afirmar que no existe Dios cuando estamos rodeados de todas sus obras es algo muy insensato: “Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:20-22). Si a usted lo convencieron de que todas las cosas surgieron del azar, el caos y la evolución ¡lo han engañado! Usted fue víctima de un elaborado plan que busca apartarlo del único Dios verdadero y condenar su alma por toda la eternidad.
Reflexione. Si hay un Dios en los cielos ¿cómo afecta eso a mi actual manera de vivir? Tal vez usted ha seguido un camino cuyo fin es la muerte pero afortunadamente aún está a tiempo de cambiar el rumbo. Recuerde que lo que pide Dios de nosotros es algo que podemos darle: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad? He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella” (Deuteronomio 10:12-14). Simplemente crea en Dios, arrepiéntase de sus pecados y pídale a Jesucristo que lo salve. Su vida cambiará para siempre cuando se convenza de que hay un Dios en los cielos que le ama y se interesa por usted. RVG
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