salv07 ¡Bienvenido a la familia de Dios, hermano! explica y da la bienvenida a la persona que acaba de aceptar al Señor como su Salvador. TEMAS: EL Nuevo Nacimiento | Tu Comunicación con Dios: La Oración | La Manera en que Dios se Comunica contigo: Leyendo la Palabra de Dios | La Comunión con tus hermanos: La Iglesia | Un paso Importante: El Bautismo | La Importancia de hablarles a otros de Cristo: Tu Testimonio
Ahora que has creído, debes saber esto
Por David Boanerge
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Desde el momento en que depositaste tu fe en Jesucristo y lo confesaste como tu Señor y Salvador, ocurrió algo maravilloso en tu vida. Hubo un hombre llamado Nicodemo, éste vino en cierta ocasión a Jesús para inquirir sobre la vida eterna, y Jesús le respondió que era necesario que naciera por segunda vez. Este acontecimiento es precisamente lo que ha ocurrido en tu vida. Debido a la decisión que tomaste, has nacido a la familia de Dios, por lo que tu relación con Dios es ahora una en la que Él es tu Padre y tú eres su hijo; además tienes un gran número de hermanos, todos aquellos que al igual que tú han rendido su vida a Cristo y lo han recibido como su único y Suficiente Salvador.
Por eso, el propósito de este folleto es orientarte y animarte. Queremos ayudarte en estos primeros días de tu caminar con Cristo, y darte la bienvenida a la familia de Dios, hermano.
Tabla de Contenido
El nuevo nacimiento
“1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:1- 6).
Cuando Jesús le dijo a Nicodemo que era necesario que naciera de nuevo para poder entrar en el reino de Dios, Nicodemo lo entendió literalmente. Para él, era imposible que un hombre viejo volviera a entrar en el vientre de su madre y naciera por segunda vez, sin embargo, a lo que Jesús se refería era a un nacimiento espiritual. Es un hecho innegable que todos los seres humanos hemos tenido un nacimiento físico (de la carne), al principio de nuestras vidas, pero sólo aquellos que nacen espiritualmente por segunda vez, pueden ser hijos de Dios: “Mas a todos los que le recibieron [a Jesucristo], a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12;13). En 1ª Corintios 15:50 dice que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios. Ésta es una verdad que debemos tener muy en cuenta: Dios nos ha hecho nacer de nuevo espiritualmente como sus hijos por haber recibido a Jesucristo, y por tal motivo, nuestra relación con Él nos permite caminar a su lado y tener vida eterna (Juan 10:10).
Por eso, debido a que somos hijos de Dios, debemos tener una conducta que sea digna y fiel a aquel que nos salvó: “13 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; 14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; 15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1ª Pedro1:13-20).
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Tu comunicación con Dios: La Oración
La manera en que podemos comunicarnos con Dios es a través de la oración. La oración es un gran privilegio que Dios le ha dado al hombre para expresar sus deseos, sus necesidades y sus alabanzas. Tú bien sabes que Dios contesta las oraciones, ya que por medio de ella tú le has pedido que te salve, de acuerdo a lo que dice en Su Palabra: “9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9,10). En el momento en que depositaste tu fe en Jesucristo, y le pediste por medio de una oración que te salvara, Él te escuchó y te respondió: “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13). Por eso, comunícate constantemente con Dios para que Él te ayude, te guíe y te proteja “Orad sin cesar” (1ª Tesalonicenses 5:17).
La manera en que Dios se comunica contigo: Leyendo la Palabra de Dios
“Escrito está”. Cuando Jesucristo fue tentado por el diablo (Mateo 4:1-11 y Lucas 4:1-13), la manera en que contestó a las tentaciones que el diablo le ofreció fue citando la Palabra de Dios, es decir, la Biblia. En Efesios 6:17 se compara a la Palabra de Dios con una espada, ya que por medio de ella podemos defendernos de los ataques del enemigo. “12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:12,13). Es por esto que debes leerla para poder conocerla. La razón es evidente: ¿Dónde más podremos conocer la Voluntad expresada por Dios?, ¿En qué lugar encontraremos lo que Dios quiere para nuestras vidas? La respuesta es sencilla: Sólo en la Palabra de Dios. Léela y pídele a algún hermano con mayor conocimiento de ella que te explique cómo puedes temer una vida devocional para que tú también la utilices en tu vida diaria.
La comunión con tus hermanos: La Iglesia
De la misma manera que un carbón se apaga si no está en la hoguera, así también un cristiano se “enfría” si se aleja de la iglesia. La iglesia es el lugar que Dios destino para que nos reunamos a adorarle y también para que estemos en comunión con nuestros hermanos, ayudándolos y animándolos para que sigan firmes en el camino del Señor: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9,10).
Por eso es importante que asistas a una iglesia con buena doctrina donde se predique la Palabra de Dios. La vida diaria es difícil de por sí, por eso la iglesia es un refugio donde podemos encontrar otras personas que creen lo mismo que nosotros y que pueden ayudarnos en esos días malos: “23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. 24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:23-25)
Un paso importante: El Bautismo
El bautismo es otro paso importante en la vida de todo cristiano. Es la manera como le decimos al mundo y a los que nos conocen que hemos depositado nuestra fe en Cristo. De hecho, la Biblia dice: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16). Esto no quiere decir que en caso de que no nos bauticemos no somos salvos, ya que la salvación No es por obras “8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9). A los ojos de Dios Las obras no cuentan para la salvación “4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:4,5). Simplemente recordemos el ejemplo del ladrón en la cruz (Lucas 23:39-43) cuando Jesús le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 43). El ladrón fue salvo por su fe en Cristo, y no porque se haya bautizado o hecho alguna otra cosa.
Aún así, es necesario que te bautices, como señal de obediencia y para testimonio de tu nueva vida en Cristo. Acércate a alguno de los pastores de tu iglesia o consulta el folleto “Los Puntos Claves del Bautismo en Agua” (David Cox, 2005). Ahí podrás informarte con mayor profundidad acerca de este paso que debes dar en tu vida cristiana.
La importancia de hablarles a otros de Cristo: Tu Testimonio
Es natural que al dar nuestro testimonio de cómo nos salvó Jesucristo las reacciones de algunas personas ante el mismo sean como las de Festo en Hechos 26:24, o incluso peores. Quizá nos llamarán locos, quizá nos compadecerán y creerán que nos hace falta tomar unas vacaciones o ver a un médico. Pero nosotros sabemos que es real. Sabemos en quién hemos creído y que el Salvador murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día. Cristo vive y ahora nosotros también. Por ello tal vez otros no nos entiendan. Aún así debemos hablarles de Cristo, porque nosotros que estamos vivos en Cristo, sabemos que ellos siguen un camino que les llevará a las tinieblas y a la muerte eterna que es la separación de Dios. Debemos hablarles, porque son nuestros padres; porque son nuestros hermanos; porque son nuestros hijos o nuestros amigos; o porque simplemente son otros seres humanos igual que nosotros, hechos a imagen y semejanza de Dios, que igual que todos los seres humanos necesitan oír las buenas nuevas del amor de Cristo y saber que hay una esperanza, saber que el final de esta vida no es un frío agujero cubierto de césped y algunas lágrimas derramadas por aquellos que nos sobrevivieron. Tienen que saber que en Cristo hay vida, y que esta vida es eterna. Es por eso que tú debes decirles lo que pasó en tu vida, porque la gente podrá negar muchas cosas, pero nadie puede negar tu propia experiencia. Recuerda, tu testimonio es importante para que otros conozcan a Jesucristo y, al igual que tú, puedan entrar a formar parte de la familia de Dios. Recuerda: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Alguien lo hizo por ti, ahora es tu turno.
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