Credo de Atanasio: Hay un Dios en Tres Personas
290-373 d.C.
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Atanasio era un diácono del Obispo Alejandro de Alejandría. Asistió al Concilio de Nicea. Luego fue Obispo de Alejandría después que Alejandro murió en 328 d.C. Fue exiliado por su posición de defender la Trinidad y Deidad de Jesucristo.
Sus declaraciones sobre la Trinidad son muy claras, y son muy extensas. Aunque estas declaraciones no son lo mismo que la Biblia inspirada, son muy buenas para estudiar y meditar porque su forma de expresar la Trinidad es muy exacta y comprensible.
La Vida de Atanasio
(290-373 después de Cristo)
Atanasio, nombre que significa “inmortal”, nació en Egipto, en la ciudad de Alejandría, en el año 295 d.C. Cuando llegó a la adolescencia, estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a un yermo para llevar una vida solitaria y allí hizo amistad con los ermitaños del desierto; después de esto, cuando volvió a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.
Era la época en que Arrío, clérigo de Alejandría, confundía a los fieles con su interpretación herética de que Cristo no era Dios por naturaleza.
Para considerar esta cuestión se celebró un concilio (el primero de los ecuménicos) en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría, y con su doctrina, ingenio y valor, sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes y al mismo Arrío en las disputas que tuvo con él.
El Credo de Atanasio
Adoremos un Dios en Trinidad, y Trinidad en unidad, Ni confundimos las personas ni separamos la sustancia.
Porque otra es la persona del Padre, y otra la del Hijo, y otra la del Espíritu Santo. Pero la Divinidad del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo es toda una, es igual su gloria, es coeterna su Majestad.
Como es el Padre, así también es el Hijo, y así también es el Espíritu Santo.
Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Incomprensible el Padre, incomprensible el Hijo, e incomprensible el Espíritu Santo.
Eterno el Padre, eterno el Hijo, y eterno el Espíritu Santo.
Pero sin embargo no hay tres eternos sino un eterno, Como no son tres increados ni tres incomprensibles sino un increado y un incomprensible.
Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, y omnipotente el Espíritu Santo, y sin embargo no hay tres omnipotentes sino uno.
Como es Dios el Padre, es Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Y sin embargo no hay tres dioses sino un Dios.
Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, y Señor el Espíritu Santo, Y sin embargo no son tres Señores sino un Señor.
Porque así como la verdad cristiana nos compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor, así la religión universal nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores.
Al Padre nadie lo hizo; ni lo creó, ni lo engendró.
El Hijo es sólo del Padre, no hecho, ni creado sino engendrado.
El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente de ellos.
Por tanto, un Padre, no tres Padres, un Hijo, no tres Hijos, y un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
Y en esta Trinidad ninguno es antes ni después del otro, ninguno es más ni menos que otro, sino todas las tres personas son coeternas y coiguales las unas para con las otras.
Así, habiendo dicho estas cosas, debe ser adorada la Unidad en la Trinidad y la Trinidad en Unidad.
Quien quiere salvarse, por tanto, así debe sentir de la Trinidad.
Además para la eterna salvación es necesario creer fielmente también la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Es pues fe recta que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, es Dios y Hombre.
Es Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes de los siglos, y es hombre, de la sustancia de la madre, nacido en el tiempo.
Dios Perfecto, hombre perfecto: con alma racional y carne humana;
Igual al Padre, según la divinidad, menor que el Padre, según la humanidad.
Aunque Dios y Hombre, Cristo no es dos, sino uno.
Uno, no por conversión de la divinidad en carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios.
Completamente uno, no por mezcla de las substancias, sino por unidad de la persona.
Porque, como el alma racional y carne son un hombre, así Dios y hombre son un Cristo.
Que padeció por nuestra salvación, descendió al infierno, y al tercer día resucitó de entre los muertos, y Ascendió al cielo, y está sentado a la derecha de Padre, Dios Omnipotente,
De allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.
A su venida, todos los hombres tendrán que resucitar con sus propios cuerpos y tendrán que dar cuenta de sus propios actos. Los que actuaron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.
Esto es la fe universal, quien no la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse. Amén.
Aclaraciones por David Cox
Debemos entender que en ese mismo tiempo en que la Iglesia Cristiana fue atacada por Arrío y sus doctrinas falsas sobre la naturaleza de Jesucristo, igualmente fue atacada la Iglesia Cristiana por falsas doctrinas sobre la autoridad humana de la iglesia, específicamente con el Papa Constantino. Aunque Atanasio y Alejandro pusieron muy en claro sobre la naturaleza de Cristo, no vieron que la Iglesia Cristiana había caído en el error de los nicolaítas mencionado en Apocalipsis 2:6,15, que consiste en hombres que se imponen sobre los hermanos para controlarlos y dominarlos.
Por este tiempo también había entrado la idea falsa de que las obras salvan a las personas. Debemos tener muy claro aquí que las obras demuestran lo que hay en el corazón de la persona, y por esto, son fieles indicadores de qué tipo de persona es (salvo o inconverso), pero en sí, las obras no salvan a nadie (Tito 3:5; Efesios 2:8-9).
A pesar de que no vieron estos errores que resultaron en la Iglesia Católica Romana Apostólica bajo Constantino, Atanasio y Alejandro de todos modos percibieron el error de Arrío y defendieron la posición bíblica sobre la naturaleza divina de Jesús y la Trinidad.
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